jueves, 29 de septiembre de 2016

Las libretas de Geniale Giretti - 4 de septiembre de 2012 en la Asociación Dante Alighieri de Bahía Blanca




Las libretas de Geniale Giretti, en pdf, acá.

La lingua del Giretti:

idioma, inmigración y trabajo en Bahía Blanca a principios del siglo XX

Asociación Dante Alighieri - 4 de septiembre de 2012

 

 

 

Ustedes vinieron esta noche aquí a la Dante, al lugar donde –como muchos dicen – se estudia “la lingua del Dante”, a escuchar una charla que tiene como título “la lingua del Giretti”. Dante es famoso, es el padre de la lingua, Dante ES la lengua italiana; cuando alguien dice la lingua del Dante es evidente que está haciendo referencia a una lengua “elevada”, un italiano “puro”, de escuela, un italiano que no es dialecto que habla “cualquier gringo”; y para enseñar ese “bello italiano” nos rompemos la cabeza todas nosotras, las profesoras, le insegnanti di italiano. Pero, entonces, Giretti, ¿quién es Giretti? y ¿qué es eso de “la lingua del Giretti”?

                                               Geniale Giretti nació en San Vittore (Le Marche) en 1882, y la primera (1905 – 1907) de las tres veces que vino a trabajar a la Argentina, a los 23 años, escribió tres libretas en las que cuenta sus andanzas como jornalero en el campo, albañil, y peón de una cuadrilla ferroviaria en la zona de Bahía Blanca e Ing. White.  Después vino dos veces más a la Argentina, la última, con su hijo Tito.  Él volvió a Italia, donde murió varios años más tarde, en su pueblo en Le Marche, donde quedaron sus libretas manuscritas. Su hijo Tito, en cambio, sí se quedó en Argentina, fue ferroviario también él, y como jefe de estación cambió muchas veces de residencia en la Patagonia, hasta que se radicó en Bahía Blanca. La hija de Tito, Leticia Giretti, de viaje por Italia hace algunos años, trajo fotocopia de las libretas; Tito le regaló una copia a Rodolfo Díaz, compañero de trabajo en Ferrowhite museo-taller, y Rodolfo, queriendo saber qué decían, me pidió que se las tradujera, y ahí quedaron las libretas. En 2006, en un curso de italiano, el primer día de clase encuentro entre mis alumnas a Leticia Giretti, le pregunto si tiene alguna relación con el autor de unas libretas que yo había traducido un tiempo antes. Al año siguiente decidimos entonces, desde Ferrowhite – museo taller publicar, en edición bilingüe, las libretas de Giretti.

                                               En una de sus libretas, Giretti escribe, cada día, breves notas:

 

Sábado 26: No pude trabajar por el calor. Después a la tarde granizo.

Lunes 28: Dolor en las piernas.

Martes 2: Carnaval. Hecho la poesía siguiente “Carnevale in campagna”. 

 

En otra de las libretas, este poema “Carnevale in campagna” y otro magnífico y extenso poema, referidos a dos episodios ocurridos en el campo durante la cosecha. Y en la tercera, sobre la base de esas mismas notas, un apasionante relato “novelado”, todo esto escrito a fines de 1907, probablemente antes de volver a Italia.

                Notas diarias, poemas, novela. En tres registros de lengua diferentes, en estos textos resuena una voz que cuenta en primera persona y en tiempo presente la partida de Italia en barco, las idas y vueltas en tren y en carro entre Bahía Blanca, el campo y los pueblos de la zona e Ing. White, las caminatas por Bahía Blanca buscando un médico o un par de zapatos nuevos, la estadía en una carpa en medio del campo con los peones junto a las vías, o en una pensión en la ciudad. Textos, estos, escritos en la misma época en que periodistas, intelectuales, directivos de empresas ferroviarias no hacían más que hablar de progreso, de los miles de toneladas exportadas por el puerto, del “destino”, y se empeñaban en soñar la Bahía Blanca del futuro, una Bahía Blanca llena de fuentes de agua cristalina, parques frondosos y cientos de buques cargueros amarrados en el puerto.  Entonces, frente a la lengua del Dante, la lengua “del Giretti”; frente a la letra impresa de diarios, libros y guías comerciales,  el texto manuscrito en unas pequeñas libretas.

                Formular la pregunta “¿cómo leer los textos de Giretti?” consiste, no solamente en enterarnos qué es lo que nos cuentan, sino en preguntarnos y pensar juntos acerca de la experiencia migratoria en Bahía Blanca e Ingeniero White, a través de la experiencia misma del lenguaje.

 

La novela de Giretti

 

Escrito en italiano, con un marcado tono “literario”, casi, podría decirse, novelesco, Giretti escribió este relato en la Argentina antes de regresar a Italia. Por eso, esta no es una historia de ascenso y superación personal: aquí están ausentes, todavía, esos lugares comunes y esos tópicos que años más tarde habrían de configurar y formatear muchos relatos de inmigración, testimonios de inmigrantes que cuentan retrospectivamente sus experiencias. ¿Por qué Giretti reescribe sus notas en un lenguaje que no parece, ciertamente, el de un campesino, en un italiano que podríamos calificar como uno con “aspiraciones literarias”, un “italiano culto”?:

 

                una bambina che assomiglia gli angeli del cielo

 

                che dolore quel giorno, quanti pensieri, quanti lamenti

 

                io colla mia piccola Leticia passavo le ore più malinconiche, mi trastullava il  

              pensiero, mi levava insomma ogni pensiero dalla testa

 

Una primera respuesta: en la primer hoja de su novela Giretti enumera cuidadosamente las etapas de su “instrucción”, de su educación: su padre, el cura, la escuela comunal, el ingegnere; y luego, él mismo a los 17 años, “maestro de un grupo de niños, enseñándoles a leer y a escribir la lengua italiana y recibiendo a cambio 1 lira por cada uno al mes.”

                                               Efectivamente en esos años se había iniciado la alfabetización en las clases campesinas y obreras en Italia[1]: la primera ley de enseñanza elemental y gratuita fue sancionada en 1877 (Ley Coppino) y proponía una escuela primaria de tres años obligatoria en todas las municipalidades. Fue ampliada en 1904 con la ley Orlando que extendió la obligatoriedad hasta los 12 años y permitió que el analfabetismo que en 1881 alcanzaba un 73,51%, fuera en 1911 del 46,20%.  El objetivo era construir una lengua nacional, una lengua común, que no fuese solamente la lengua literaria; se trataba de reemplazar las lenguas locales, los dialectos, por el florentino vivo, y por ese motivo la acción de los maestros (que debían ser preferentemente toscanos, o formados en Florencia) se complementaba con la publicación de diccionarios, libros con “lecciones de cosas”, repertorios de modos errados y modos correctos, manuales técnicos, tablas y láminas con nomenclaturas, y la amplia difusión de libros para la infancia como Cuore de Edmondo d’Amicis, o Pinocchio de Carlo Lorenzini (Collodi).[2]

                                               Pero hay más: si un italiano como Giretti podía empezar a escribir su propia novela no era solo por los progresos de la alfabetización sino además por el boom de la industria editorial en las ciudades industrializadas del norte de Italia. Uno podría preguntarse ¿qué tipo de “novela” intenta escribir Giretti? Mientras pasa largas horas junto a su padre enfermo, Giretti dice que ... estaba recostado en la cama leyendo una novela de Carolina Invernizio titulada “El ultimo beso....” De Carolina Invernizio, esa popular y prolífica escritora, una atildada señora de su casa, felizmente casada y madre dos hijos, que escribió más de 120 novelas llenas de amores, intrigas, muertes, venganzas, decían de todo: que era una “novelista capaz de conquistar a la masa haciendo horrorizar y lloriquear un público de lectores fieles e insaciables”;[3] que era la “honesta gallina de la literatura italiana”; la “Carolina de las lágrimas”;[4] más aún en el diario L’Eco d’Italia, editado en Bahía Blanca, en 1909 se hace referencia a las novelas de Carolina Invernizio diciendo que “son textos que seducen los espíritus sentimentales, propensos a las sensaciones, susceptibles a la conmoción y a la sorpresa”.  En La Nación,  en 1916 afirman que Carolina Invernizio podría sin duda invocar a favor de sus innumerables novelas una circulación mucho más extensa y activa que la de los libros del autor de Cuore”.[5]

Además, novelas como las de D’Amicis y Mastrani, o las biografías noveladas eran el tipo de

literatura más difundido y más leído entre las clases populares. Porque también en Bahía Blanca, libros publicados por casas editoriales como la de los hermanos Treves de Milán, Salani de Florencia, o Maucci, de Barcelona, circulaban gracias a la presencia de varias librerías especializadas en la comercialización de libros en italiano, como por ejemplo la de Pilade Maffi, en San Martín 160, la Imprenta y librería del comercio de P. Rafaelli en Chiclana y Colón, o la Casa Muñiz, en O’Higgins y Chiclana. Además, se publicaban en Bahía Blanca varios diarios escritos en italiano: L’Italiano, Il proletario italiano (1885), L’eco d’Italia (1909), La frusta (1891), Le forbici (1902), Nuova Italia : periodico settimanale, cronaca, politica, sociologia, letteratura, arte, varietà (1919), así como La Patria degli italiani”, editado en Buenos Aires y junto al cual llegaba, semanalmente, La Domenica del Corriere en los que se publicaban poemas, fragmentos o capítulos de novelas y reseñas de los libros más difundidos en Italia.

                                               Es cierto que en el texto de la “novela” de Giretti, en italiano, en el modo en que están escritas algunas palabras, encontramos algunos rasgos del habla, de la realización oral, familiar, diferentes del “italiano de la escuela”: consonantes cerradas (oclusivas) sonorizadas: escribe podeva, en vez de poteva,  o fuogo en vez de fuoco; palabras como pensiero, pensare, las escribe directamente con z, mostrando cómo esa s después de consonante sonora, también es sonora; y dado que en italiano, y particularmente en algunas regiones, es habitual pronunciar la g velar, al fondo del paladar, entonces escribe directamente con c palabras como discrazie, le cambe (las piernas), giunco (llego); y escribe como si fuera una única palabra allungo, esa consonante inicial que suena doble después de una preposición o palabra aguda (en italiano en muy pocas palabras se blanquea en la escritura esa duplicación, ese raddoppiamento sintattico).

Pero es verdad también que encontramos en este texto algunos de los recursos de la prosa de arte tales como las ternas,  períodos construidos con una cierta complejidad, y una lengua colorida y patética: una vaga e bella bambina, una tempestad inclemente al momento de la partida, truculentos sueños premonitorios, y un destino de infortunios. Podría decirse que se huele acá un cierto gusto melodramático, ampuloso, cargado de una cierta expresividad teatral. Recursos como estos caracterizaban no solamente a las novelas que mencionábamos antes, sino también a la poesía y la música de esos años, los años de la Belle Epoque. La Serenata Rimpianto, de Enrico Toselli, por ejemplo: un sogno d’or, cupo è l’avvenir o Ideale de Francesco Tosti: yo  te seguí como un iris de paz, el velo, el perfume de las flores, tu resplandor que me atrapa, la voz que hace olvidar todos los dolores y las penas, caro ideal, una nueva aurora (para no hablar de las vidas mismas de estos músicos y poetas), un mundo elegante, vistoso, mundano, con figuras femeninas angelicales, esa estilización, esa suma de tópicos y lugares comunes (il velo, il sogno, l’avvenir) propios del petrarquismo y que se hace evidente en los poemas, las letras de estas obras.

(canta tenor invitado la Serenata Rimpianto)

                En este relato, el nudo dramático es la relación entre Giretti y su padre, articulado sobre el eje de

la figura de la fiel esposa lejana que espera, allá en Italia: después del regreso del padre a Italia la tensión narrativa desaparece y sólo en pocas páginas cuenta su llegada a Ing. White. Determinado por esa tensión, Giretti “autor” construye un “Giretti personaje”, con una fuerte interioridad que expresa pasiones llevadas hasta el límite: el amor, la ambición, el deseo de venganza, la culpa y el arrepentimiento. En su texto se cuelan el vocabulario, el fraseo y algunos de los tópicos de aquellas novelas. Desde el punto de vista de la lectura, el formato de la novela de folletín permitía escapar de la rutina cotidiana, de lo anodino y aparentemente insignificante de la propia existencia para “vivir” en el imaginario una experiencia extraordinaria, por eso Giretti encuentra ahí, dentro de esos límites, la posibilidad de “autoconstruirse” y dar forma a su propia experiencia.[6] Al igual que en las novelas, en la ópera hay recursos para eso: Giretti espera que su esposa  lo espere, pero el paisaje es la pampa seca, el que va a regresar, un peón de campo que engrasa una cosechadora o clavas rieles; en el melodrama, en la ópera, en el bel mundo, el paisaje es el lejano Oriente, el que parte y regresa es un aristocrático marino inglés; y la mujer es oriental, es Madame Butterfly. Pero es el sentimiento de Giretti el que se expresa a través de esa exótica y refinada voz, es el sentimiento y la pasión de Saveria Reale, muchos años más tarde, mientras lava su ropa a mano y canta: no me pesa la larga espera, yo con fidelidad, te espero: un bel dì vedrermo, levarsi un fil de fumo sull’estremo confin del mare, aspetto gran tempo, non mi pesa l’attesa, io con sicura fede t’aspetto…

(canta soprano invitada)

 

El poema Carnevale in campagna

(lectura del texto a dos voces en castellano y en italiano)

 

 

No solamente novela. También poemas. Y qué poemas. Este que escuchamos  -y también el otro, - está escrito en endecasílabos:

 

Quest’anno l’ho passato il Carnevale

 

Como Dante, Nel mezzo del cammin di nostra vita,  Petrarca, Solo e pensoso i più deserti campi, Ariosto, Le donne i cavalier le armi gli amori, Leopardi, Sempre caro mi fu quest’ermo colle... Niente paura, Giretti! y al menos en los primeros versos, rimas consonantes (Carnevale – naturale; pianura – paura), anáforas (chi lo beve il vino, e chi s’inciucca ancora).

Está escrito en italiano, sí, pero es este un italiano ya un poco más familiar que el de la “novela”:

 

S’inciucca, strapazzare, verrà un giorno e ti verro a schiodare, brutto porcaccione

 

usa una sintaxis, podríamos decir, coloquial, con esas dislocaciones a la izquierda que usamos nosotros también, todo el tiempo:

 

                                               L’ho passato il carnevale

                               così l’impare l’educazione,

                                a saperle trattare, le persone

 

 Una cosa llama la atención: los poemas están en primera persona plural, nosotros: si nos unimos nosotros, todos, italianos dice uno de los versos: hombres provenientes de diferentes regiones de Italia, (Giretti mismo los va nombrando y diciendo de dónde son) cada uno con su dialecto, (cuántas veces hemos escuchado que en esas épocas tenían bastantes dificultades para entenderse entre sí –al menos al principio -  un siciliano y un piemontés), que sólo sienten como propias las costumbres de su región, las de sus comapesani, pero que, en una situación así, frente a la mirada de, en este caso, el francés (que es el patrón, dueño de la trilladora), del cocinero o del chacarero, se identifican a sí mismos como italianos, compatriotas. Es en una interacción como esta que se procesa la identidad. Uno podría preguntarse, incluso, si Giretti no habrá leído en voz alta ese texto a sus compañeros de campamento, y por eso escribe en italiano y base a una forma métrica que probablemente a sus compaesanos, que tal vez hicieron la misma escuela les podía llegar a resultar familiar.

                                               En esta instancia de identificación colectiva, y que se manifiesta a través de un texto escrito justamente en italiano aparece un microcosmos, un complejo sistema de relaciones de poder, sometimiento y resistencia en el que la fuerza del débil está justamente en la palabra: llegará el día que me voy a deschavar, oponiendo el ingenio en los juegos de palabras, la ironía y el sarcasmo, a la torpeza y la estupidez del patrón, que no entiende nada.

                                               ¿Cómo se articulaba ese complejo sistema de relaciones de poder, sometimiento y resistencia? En el extremo más bajo, en una posición de debilidad inicial, en ese sistema, está Giretti, y como él esos cientos de miles de recién llegados a la ciudad.  Cuando trabajando en el campo se quiebra un brazo, Giretti decide venir a Bahía Blanca para encontrar a alguien que le acomode el hueso. Escribe:

 

“camino, con un brazo atado al cuello, en el otro una muda de ropa sin conocer a nadie,           sin comprender el idioma, estaba casi por enloquecer... ma, niente paura”.

 

Cien años atrás, cuando alguien llegaba a Bahía Blanca encontraba con una ciudad en plena transformación y crecimiento. Y si se trataba de un inmigrante no se encontraba precisamente solo: de una población de 37.555 personas se pasa, en 1913 a una población de 70.269, de las cuales 34.503 son extranjeros y de ellos, 13.215, italianos. En sólo un mes, en diciembre de 1905, se calcula que llegaron a la ciudad unos 1376 hombres.[7] En cuanto al ritmo de la construcción, en esos años, durante las intendencias de Ramón Olaciregui (1905-1907) y Jorge Moore (1907-1909), la ciudad crece a un ritmo acelerado: se lotean los nuevos barrios obreros  en Villa Rosas, Villa Mitre, Bella Vista, el Barrio Inglés de Brickman y Donado, se inaugura el Parque de Mayo, el Colegio Nacional, el Palacio Municipal, se amplía el Hospital Municipal y se inaugura el servicio de aguas corrientes. Ampliación de talleres Noroeste, Mercado Victoria, construcción de estación BBNO, Maldonado, puente Colón, la usina de Brikcman y Donado, la de Loma Paraguaya, la Usina inglesa en White, y los Elevadores de chapa… En 1910 funcionaban en Bahía Blanca 59 hornos de ladrillos que fabrican 80 millones de unidades.[8] Una pequeña burguesía próspera, integrada por italianos radicados en Bahía Blanca desde 1860 y más numerosa desde 1880, propietarios la mayor parte de ellos, los que “llegaron primero”, se dedica a fabricar cocinas económicas, mosaicos, trajes de caballeros, casas y edificios, muebles, colchones, cortinas, balcones, balaustradas, armazones metálicos, escaleras de mármol y esculturas; comerciantes de de vinos, armas, ruedas, automóviles, bicicletas, fotografía, discos, fonógrafos. Sus más conspicuos representantes iban al bello y orientalizante local de Ernesto Accini “A los dos chinos” en O’Higgins 28 donde por las noches se deleitaban escuchando música que tocaba la Orquesta de damas vienesas, todas “bravissime professore di música”.[9]

Ahora bien, no era justamente el Estado el que brindaba a los inmigrantes la mejor bienvenida: los organismos encargados de recibir y acompañar a los recién llegados son constantemente denunciados por su inoperancia[10] y el Hotel de Inmigrantes, construido en 1890 muy pronto fue destinado a cuartel militar debido al fracaso de las experiencias de inmigración directa a través del puerto de Ing. White.[11] Por otro lado, instituciones italianas como la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos sólo prestaban asistencia médica a sus socios: el que podía pagar 50 pesos de entrada y 20 pesos por mes,[12] era alguien que ya estaba instalado en la ciudad y más o menos bien establecido. La inexistencia de una estructura receptiva para regular la distribución de esta mano de obra disponible, para brindar protección en caso de enfermedades, accidentes o despidos, explica por qué muchas veces los inmigrantes quedaban sujetos a las arbitrariedades o favores de sus eventuales dadores de trabajo. No es casual que durante esos dos años que Giretti estuvo en esta zona, la tensión social haya alcanzado su punto más alto. En efecto, entre 1905 y 1907 fueron muchísimas las huelgas de albañiles, cocheros, ferroviarios, portuarios, y la actividad de grupos anarquistas y socialistas, muy intensa. [13]

                                               En el caso de Giretti, son sus parientes, paisanos y amigos más cercanos quienes lo reciben, ayudan y en ocasiones o dan consiguen trabajo, como parte de una compleja red.[14] Por eso, con nombre y apellido, menciona a los chacareros, contratistas y capataces con los que trabaja, nombra los pueblos y estaciones que recorre (Tornquist, Bajo Hondo, Saavedra, Napostá, Tres Picos, Goyena, Cañada Mariano, Avestruz), habla de los trabajos que hizo en esos dos años como peón rural para levantar la cosecha en el campo de sus parientes, como sereno y como engrasador en una cuadrilla de trilladores en Avestruz; como peón de ferrocarril; como albañil en Bahía Blanca y peón en la cuadrilla de José Palanca en Ingeniero White, probablemente en la construcción del puente La Niña sobre la playa de maniobras ubicada junto al puerto.[15]

                                               Como peón rural, va a trabajar a las órdenes de sus parientes, que eran inmigrantes “arrendatarios”, que se dedican al cultivo de cereal en tierras de grandes propietarios o de empresas ferroviarias, que pagan anualmente un canon y que, durante el lapso que duraba el arrendamiento, se ocupaban de contratar las máquinas y la mano de obra necesaria para completar el proceso de siembra y cosecha.[16] Muchos de esos arrendatarios logran, después de muchos años, comprar sus propios campos. Giretti habla en su poema del cosedor de bolsas: en una de las fotos que hemos incluido en nuestro álbum, una foto de Juan Pedro Iseppi, vemos a un cosedor de bolsas, encaramado en la máquina, en plena tarea, mientras la siguiente bolsa se llena, y la máquina va andando por el campo, al ritmo de los caballos que la tiran, todo eso en pleno verano, a 40º...

                                               Por aquellos años, trabajar en esta zona era estar de paso. El viaje desde Europa resultaba en más de una ocasión sólo el primer tramo de una larga marcha, que continuaba por los campos de la zona. Salvo quienes lograban un contrato de arrendamiento que los comprometía a permanecer en un mismo lugar durante un lapso más o menos prolongado, la mano de obra rural iba y venía al ritmo de las cosechas: cientos de peones estacionales, durante dos o tres meses, manejaban trilladoras, embolsaban grano y cargaban chatas con cientos de bolsas de trigo.

                                               Podría suponerse que en el ferrocarril la situación era diferente, dada la regularidad de sus servicios, y el descomunal crecimiento y expansión de esos años. Varias de las estaciones y pueblos que menciona Giretti se inauguran precisamente por esos años: Goyena en 1902, Saavedra, en 1888, Avestruz, en 1906, Chasicó, en 1907, Dufaur, en 1907, Tres Picos; en 1907 Giretti mismo trabajó como peón de Vía y Obras en la construcción de terraplenes y vías en la línea Bahía Blanca al Noroeste, justo cuando el Buenos Aires al Pacífico (BAP) se hace cargo de ese servicio. Esta expansión se vio favorecida por la sanción, en 1907 de la Ley Mitre, que permitió a las compañías ferroviarias británicas importar todos los materiales necesarios para continuar su expansión sin pagar derechos aduaneros o a tasas reducidas.[17]

                                               Sin embargo, los registros de personal de las empresas muestran que los peones, tanto los que construyen muelles, galpones y estaciones como los que levantan terraplenes, hacen zanjas y colocan rieles y durmientes  para el FCS y el BAP, aunque son miles, trabajan –con suerte- sólo unos pocos meses, y en ocasiones, sólo unos días. Únicamente el personal jerárquico y administrativo, maquinistas y foguistas, guardas, señaleros y oficiales logran una cierta continuidad, una remuneración estable, y algunos beneficios, como por ejemplo el acceso a las viviendas que las empresas daban a su personal en Maldonado, Villa Harding Green, Brickman y Colón, y en Ingeniero White. El carácter temporario de estos trabajos se correspondía con una marcada precariedad en las condiciones laborales. Tal como cuenta Giretti, los peones dormían en carpas o vagones:

 

                                               Si lavorava sulla strada ferrata e chi si è recati in America lo po dire, si dorme sotto una tenda                                estate e inverno, dove il vento soffia e la pioggia passa (46)

 

                                               “Trabajábamos en el ferrocarril y quien ha estado en América lo puede decir se duerme en una                 carpa, verano e invierno donde el viento sopla y la lluvia pasa”.

 

la prevención de heridas o la asistencia en caso de accidentes eran nulas; y una llegada tarde, una borrachera o una discusión alcanzaban para ser despedido o, en caso de ausencia por enfermedad, para perder del jornal las horas no trabajadas.  A esas condiciones de trabajo se refieren en particular las notas diarias.

 

Las notas diarias y la experiencia migratoria

 

                Acá se acaba el glamour de la belle époque, de la estilización de la  palabra y de la experiencia. En el libro, las notas diarias fueron transcriptas, así como estaban (y la intriga ahora es ¿cómo les leo esto a ustedes?)

 

                Ottobre 1906

 7    cortado gabello

12 a la mañana ante de levantarme dalla cama mi anojai con Berdini Achille por averme  perdido cuchillo.

14  Yovido. Cortado la barba y trabajado de noche

 

El lugar común llamaría a esto cocoliche. Están escritas en eso que los especialistas llaman “interlingua”, ese momento del aprendizaje de una lengua en el que, como aún no se logra controlar totalmente el sistema de la lengua de llegada, se sale del paso con elementos de la propia lengua. Muestra un momento del aprendizaje del castellano en un contexto no guiado: frases nominales encabezadas por participio, paso del presente al pasado usando solo el participio pasado.

 Pero observemos las palabras y las frases: hay un ir y venir de una lengua a otra, en algunos casos incluso, palabras en castellano escritas con ortografía italiana, palabras en italiano con ortografía castellano, bombacce, cebatilla, empiezado el trabaco con la squatrilla, si è lastimado un cambista, pagnuelos dos camisetas y una camicia, pensamento, cucchiara... da la impresión de que quiere estar aquí y allá. Como quien está al mismo tiempo en un lugar y en otro, cruza, todo el tiempo, de una lengua a otra, del castellano pragmático que tiene que aprender a usar por necesidad, al italiano coloquial de sus parientes y compaesanos. Tal vez les va a provocar una sonrisa ir leyendo en voz alta esas notas. Giretti escribe endecasílabos e italianiza palabras de la lengua local, pero a la vez cuenta que tomaba mate a la mañana temprano, y compraba chorizos y caña. En esa vacilación, en ese ir y venir está la cifra misma de la experiencia migratoria. El “idioma” en que están escritas esas notas es el punto de encuentro entre la propia experiencia vital pasada y el presente, un presente proteico que puede abrirse en cualquier sentido. Podría pensarse que la experiencia de la migración está toda ahí, en la extraña sonoridad que resulta de esa dualidad, de esa ambigüedad, y a la vez de ese encuentro, de esa fricción, de ese choque. Eso lo saben bien quienes han vivido esta experiencia., algunos recientemente, otros hace ya algunos años.

 

Todos nosotros, en la historia de nuestras familias podemos contar intrincadas historias de migración y desplazamientos; que muchos de nosotros estemos acá hoy es el resultado de azarosos periplos: una chica siciliana de 16 años se viene a la casa de un tío en Sarandí para que no la casen un viejo; otro español judío sefardí que de España pasó a Marruecos y de Marruecos a Santa Fe llego hasta la zona de Bahía Blanca corrido por una plaga de langostas; alguien que se embarcó en España rumbo a La Habana terminó en el puerto de Buenos Aires, los padres de Mónica Amador llegaron desde Bolivia a Hilario Ascasubi en 1980, y ahora están acá…

 Todos somos migrantes, los que han venido de otras ciudades, de otros países, o sus padres y abuelos a su vez una o dos generaciones antes, cambiaron, y muchas veces, de lugar de residencia, de lugar de trabajo, los hijos de muchos de ustedes tal vez se han ido últimamente, y vuelto. Siempre se producen desplazamientos: ¿quién puede considerarse autóctono? Hay una cuestión terminológica interesante: nosotros acá usamos siempre la palabra INMIGRANTE. En su uso histórico, la palabra inmigrante no solamente señala a los que llegan desde “afuera” sino que señala, también, a quienes se consideran “locales”, como si siempre hubieran estado acá, por el hecho de haber llegado primero, haber impuesto una ley, un régimen de propiedad y un cierto paradigma de identidad. La palabra inmigrante es la que pronuncia quien se siente local, como si desde siempre hubiera estado ahí adentro, y mira al recién llegado de afuera y lo señala como a alguien “diferente” (inmigrante), pero a la vez, como a alguien que ya no se va a volver a ir, un término conectado a la necesidad del país receptor de afirmar su propia identidad nacional.[18]

                                               Sin embargo, migrante es el que vino pero tal vez se vuelva a ir a otro lugar. Las migraciones son uno de los rasgos característicos de la economía y la sociedad capitalistas de los siglos XIX y XX.  Hay estudios que muestran que entre los trabajadores italianos había una altísima movilidad, los desplazamientos eran algo habitual en su vida laboral (escuché alguna vez el relato, de un conocido que llegó hasta el pueblo de sus antepasados, esperaba encontrar las tumbas de remotos ancestros todas juntas, y con sorpresa y desencanto se encontró que en realidad solo los padres de sus abuelos estaban ahí, quién sabe de qué otro lugar habían llegado). Es que desde el punto de vista de la economía global, los desplazamientos eran y siguen siendo constitutivos del funcionamiento de la economía de estos dos últimos siglos: mirado en perspectiva, el migrar era y es, una circunstancia normal, habitual, de quien busca no las raíces en el pasado (aunque lo haga, circunstancialmente,  para obtener un pasaporte europeo) sino de quienes tratan, con todo derecho, de construirse un futuro mejor.

Y al desplazarse los cuerpos (piernas tenemos, todos podemos ir a donde queramos o las circunstancias nos lleven), también se desplazan las lenguas, y se transforman: los modos de decir, las expresiones coloquiales, la entonación de las frases, la articulación de los sonidos – transformando así la percepción y la enunciación de la realidad misma. Las diferencias son a veces sutiles; una “s” más o menos aspirada, un però al final de la frase, las pausas entre las palabras y las frases, equívocos con esos falsos amigos: la percepción de la diferencia y las dificultades (o la negativa) a reducirlas producen una  fricción que se vuelve parte también del shock emotivo que atraviesa quien tiene que emigrar y tiene que empezar a pelearla bien desde abajo. Y de esto tienen memoria bien presente, seguramente Fornari, Triocci, Gallo o Leocata –en el caso de hablantes de otra lengua- y también Noelia Gajardo y sus padres que vinieron de Chile y los padres de Mónica Amador, de Bolivia. Pero el resultado es una hibridación, un “mestizaje” constante: las circunstancias particulares de la historia argentina, la configuración de los programas escolares, las transformaciones de las condiciones del mercado laboral son algunos de los factores que hacen que el resultado de esa fricción sea algo nuevo, singular, característico que surge justamente de esos cruces, de esas tensiones y del modo en que se los procesa.

Si la expresión “la lingua del Dante” es esa figura que a veces la gente usa para hacer referencia a esa supuesta “lengua culta”, a la lengua “modelo” que se  presupone por encima de las variantes dialectales, en “la lingua del Giretti”, encontramos como resultado la apropiación que él hace de la “lingua italiana” filtrada y colada a través de cinco siglos de tradición literaria, y de cuarenta años de leyes de instrucción primaria y de escuela primaria. Pero también sabemos nosotros, que más allá de la figura marmórea en la que la escuela puede haber llegado a convertirlo, Dante en la Divina Commedia se vale muchos de los registros lingüísticos de su tiempo, desde el léxico de las ciencias y la teología, al habla de los eruditos, los políticos y los mercachifles, e incluso a la de la poesía cómica y vulgar (¿se acuerdan de los aduladores en el Infierno, todos cubiertos de mierda vidi un col capo sì di merda lordo XVII? ¿Y de los diablos esos que fan del cul trombetta? XXI). Hay estudios que analizan, no “la lingua” sino “le lingue” de Dante, un riquísimo plurilingüismo que luego la “tradición” morigera y del que incluso reniega durante varios siglos. ¿Tal vez podríamos nosotros hablar de “le lingue di Giretti”? En el texto de Giretti encontramos todas las marcas de esas experiencias históricas a las que nos hemos referido: la escuela, el progreso de la instrucción; la condición de campesino, y la sujeción a un determinado régimen de explotación de la tierra; la emigración, el trabajo en el campo y en las cuadrillas ferroviarias, la presencia de otros inmigrantes italianos, la imperiosa necesidad de aprender lo más rápido posible el idioma del lugar... La novela, los poemas, las notas diarias, en su variedad, en sus diferencias dan cuenta de una realidad histórica y cultural heterogénea y estratificada. Una heterogeneidad que es el fértil terreno sobre el que trabajamos también hoy nosotros, acá en la Dante, podríamos decir en un camino inverso: nosotros que enseñamos italiano, partimos de nuestro propio deseo y trabajamos con ese deseo de los demás de aprender este “otro” idioma, que en algunos casos es el idioma de los abuelos, en otros no, pero que ya a esta altura todos aprenden como una lengua extranjera, tomando conciencia de esa distancia, sabiendo que la eficacia de este trabajo no tiene tanto, o solamente, que ver con saber más o menos italiano. Tener conciencia de esa distancia, implica al mismo tiempo conocer, sí, el punto de llegada (qué es lo que queremos enseñar) pero también el punto de partida (es decir desde qué realidad histórica concreta lo hacemos, desde qué lengua lo hacemos), conocer el punto de partida y punto de llegada, decía Rosella hace unos días.

                                               Hemos visto con qué habilidad Giretti aprendió no solamente a escribir en su propia lengua, sino que, apenas llegado a la Argentina desarrolla toda una serie de habilidades para aprender el castellano, para poder moverse y desplazarse. Todos quienes han sido inmigrantes, migrantes, lo saben. Esa habilidad es nuestra herencia, aunque llega a nosotros de un modo no rectilíneo, una habilidad para apropiarse y renovar una tradición y un bagaje cultural: Giretti usa cuartinas, endecasílabos y anáforas para contar una rencilla en el campamento de braceros y cosecheros, Saveria Reale canta Un bel dì vedremo… mientras lava a mano la ropa; y ahora, cuando yo termine de hablar vamos a probar unas deliciosas sfrappe, unas “trotas fritas a la italiana”, que prepararon varias de las profesoras de la casa (ya hubo una interesante discusión y búsqueda en la web acerca del nombre, si frappe, sfrappe, chiacchere, son los crostoi de los trentinos, sfrappole en la Emilia). Esta no es solamente una tarea “nostálgica” de reconstrucción – y en muchos casos, cuando se pasa de rosca, de invención a posteriori- de una memoria colectiva ligada al territorio “de origen”, de “proveniencia” (que necesariamente) se va volviendo mítico.[19] Podríamos detenernos sólo en las pintorescas habilidades para cocinar estas recetas, o para aprender canciones tradicionales como la que vamos a cantar ahora apenas termine yo de hablar, o volver a pronunciar “correctamente” el propio apellido. Pero no, estamos hablando de una habilidad no vuelta hacia el pasado, sino una habilidad prospectiva, que nos permite tomar conciencia de esa hibridación, de ese mestizaje, y hacernos cargo de una flexibilidad y una disponibilidad que es justamente la mayor riqueza  con la que podemos contar para encarar estos tiempos. Esa habilidad, lo que genera todo el tiempo, son identidades aleatorias, que se van definiendo y redefiniendo no en base a ningún mensaje de la sangre sino en base a la experiencia vivida y la historia compartida.

 

Ana Miravalles

 

 



[1] Cf. GENOVESI, Storia della scuola in Italia dal 700 a oggi, Laterza (2000)

[2] SERIANNI, Luca, La lingua nella storia d’Italia, Roma, Treccani (2001)

[3] GRAMSCI, A.  Letteratura e Vita nazionale, Istituto Gramsci (1979), 33.

[4] GRAMSCI, A. (1979), 130.

[5] La Nación, Buenos Aires, 9 de julio de 1916.

[6] SIBILIA, P, La intimidad como espectáculo, FCE (2008), 79.

[7] La Nueva Provincia, 18-1-1906: “en diciembre ultimo han llegado aquí 1376 hombres de trabajo aportando sus brazos a las tareas rurales, a la industria y al comercio; ... el Ferrocarril del Sud se ha visto obligado a poner trenes adicionales para conducirlos a esta… 

[8] MOLINA, H., Intendentes de Bahía Blanca. Comisionaturas 1886-2003,  Bahía Blanca (2007), 67.

[9] L’Italiano, Bahía Blanca, 20 de septiembre de 1911.

[10] Dos ejemplos: uno publicado en Il Proletario italiano, 8-3-1885: “L’ufficio immigrazione qui non sappiamo quale attribuzione abbia e fino dove è circoscritta la sua azione. Fino ad ora la sua missione è un enigma: gl’immigranti vengono e dopo tre giorni se non hanno trovato lavoro si abbandonano alla loro sorte tenendo in prospettiva la miseria e come naturale conseguenza fomentano nell’animo de questa povera gente una profonda animosità verso il nostro paese. “; otro, aparecido en el diario La Nueva Provincia, 18-1-1906: “qué puede resultar de esta abundancia inmigratoria frente a la total ausencia de previsión administrativa para recibir, distribuir, ubicar y atender a esos elementos de trabajo que no poseen nuestro idioma.

[11] COLEMAN (1948), 132. Sobre estas experiencias fallidas ver CAVIGLIA, J., Inmigración ultramarina en Bahía Blanca 1880-1914, FLACSO (1984), 46-51.

[12] Ojo, que CROCITTO, G., Historia de la Sociedad Italiana de Socorros mutuos, Bahía Blanca (1982), 11, hace referencia al Patronato comisión femenina “Casa azul” para hallar trabajo a los desocupados.

[13] CAVIGLIA, Jorgelina, Ing. White. La huelga de 1907, Museo del Puerto, Bahía Blanca (1993), 34, y RANDAZZO, F, Las grietas del relato histórico. Apuntes sobre los orígenes del anarquismo en Bahía Blanca y la matanza de obreros en Ing. White en 1907, Centro Cultural Cooperación, Buenos Aires (2007).

[14] Sobre cadenas migratorias y redes, ver BERG-OTERO, Inmigración y redes sociales  en la Argentina Moderna, Tandil-CEMLA (1995);  y DEVOTO, F., Historia de los italianos en la Argentina, Biblos (2004).

[15] En la publicación local L’Italiano, Bahía Blanca, 20 septiembre de 1911, aparece una propagada de la empresa constructora de Giuseppe Palanca, con dos fotos de la construcción puente sobre las vías de acceso a los elevadores de grano. El texto dice así: “Los ferrocarriles que atraviesan el inmenso territorio argentino son otra prueba evidente de la mente y del brazo italiano: por su intermedio el capital y la iniciativa inglesa han podido consolidarse y multiplicarse. Basta citar la poderosa empresa ferroviaria Gran Sud de Buenos Aires. Nuestro joven compatriota Giuseppe Palanca en diez años de constante preocupación y aplicación ha sabido ganarse la completa confianza de la gran empresa elevándose, de la nada, a la mayor estima como constructor. En efecto, todos los trabajos de mayor importancia que la empresa desarrolla  en ese distrito, como las intrincadas vías y cambios en el Puerto de Ingeniero White, en los muelles que constituye la mayor infraestructura de ese tipo en América del Sud, los depósitos para locomotoras en Saavedra, la nueva estación en Bahía Blanca, y el puente carretero de 500 metros que une las dos partes del pueblo de Puerto Comercial divididas por las vías de acceso a los muelles y a los silos, son construcciones de más de 1.000.000.000 de pesos solamente en mano de obra, y todas ellas confiadas íntegramente al señor Palanca, quien se ha revelado verdaderamente especialista en este tipo de construcciones.”

[16] Ver detalles sobre el trabajo de trilla en los campos de la zona rural del sur de la provincia de Buenos Aires en COLEMAN (1948), 94-95. “El transporte de las bolsas desde el campo a las estaciones era sumamente lenta porque dependía en primer término de la maquina trilladora que trabajaba por turno en las chacras. La trilla, luego de la siega y formación  de parvas inmensas, se prolongaba por varios meses.”

[17] Sobre esta ley ver ROGIND (1938), 388-391; SCALABRINI ORTIZ, Historia de los ferrocarriles argentinos, (1983  [1948]), 390-93; CUCCORESE, Horacio, Historia de los ferrocarriles en la Argentina, Macchi (1969), 127-131; WRIGHT, Winthrop, Los ferrocarriles ingleses en la argentina, Emece (1974), 105-107; LOPEZ, M y WADDELL, J,  (comps.), Nueva historia del ferrocarril en la Argentina, 150 años de política ferroviaria, Lumiére, Bs As (2007), 77-88.

[18] DONNA GARBACCIA citada por DANILO ROMEO, “L’evoluzione del dibattito storiografico in tema di immigrazione: verso un paradigma trasnazionale”, Altreitalie, 23 (2001). La conmemoración del  4 de septiembre como día del inmigrante (que se refiere a la disposición de 1812 del Primer Triunvirato) fue instituida en 1949.

[19] GRIMSON, Alejandro, Los límites de la cultura. Criticas de las teorías de la identidad, Bs. As., Siglo XXI (2011), analiza y critica el concepto de diáspora que analiza MERA, Carolina, en "El concepto de diáspora en los estudios migratorios", Revista de historia n° 12, Universidad del Comahue (2010).